lunes, 8 de mayo de 2017



Nelly Salas, maquilladora de muertos
Manos que dan vida

Con 40 años de experiencia, esta cosmetóloga logró destacar su carrera a través del maquillaje para difuntos. Fue la pionera en Chile, sin embargo hoy le cuesta trabajar y da cursos personalizados de estética que la mantienen vigente como profesional y activa en su vida.

Por Carolina Leiva

Erguida en una silla al costado de su mesa, Nelly Salas comienza su historia: “Fui la primera persona en el país en obtener este diploma certificado de Estados Unidos, y si alguien lo tiene ahora, me queda la duda si me sacaron alguna fotocopia”, afirma con seguridad y orgullo de su trabajo.
Una sonrisa distinguida marca su presencia. Ni si quiera el bastón en su mano derecha la puede menguar. El cutis resplandeciente propio de una cosmetóloga amante de los cuidados faciales llama la atención por su prolijidad incorruptible al paso de los años. Ni un solo día, Nelly deja de maquillarse y de arreglar su cabello rubio ceniza, al igual que la manicure con diseños de flores blancas en sus manos tersas que nunca quiso estropear involucrándose en la cocina. Es impensable que ante tal delicadeza exista una empoderada mujer que hace 37 años decidió viajar a Estados Unidos a un congreso de cosmetología científica, donde terminó especializándose en maquillar difuntos y otorgarles así una mejor y digna partida.
Tras los barrotes que protegen la puerta, se abre el pequeño mundo de Nelly. Algunas murallas están deterioradas, pero los múltiples cuadros de flores mantienen con vida el living. Una mesita de centro  con una taza de café y azúcar, aguardan  ser utilizados en algún momento del día.
                “Cuando mi madre murió la vi muy paliducha y traté de maquillarla con un poco de talco y lo que tuve en ese momento. Entonces pensé que podía hacer un curso para arreglar muertos y se vieran mejor”, recuerda Nelly. Cuando viajó desde Concepción a Santiago a estudiar cosmetología  se presentó la oportunidad de viajar al congreso. No lo dudó y aceptó el desafío. “Tengo que dar a conocer esto en Chile”, dijo.
A casi cuatro décadas de emprender en este rubro, Nelly dedica su tiempo a impartir cursos de manicure, masajes corporales, depilación y, por supuesto, maquillaje de muertos estilo americano (que consiste en el uso de prótesis de mentón y pómulos, moldeo de la expresión de los labios y aplicación del maquillaje). Pero los años no pasan en vano, sin embargo,  la artrosis en su rodilla o el desgaste de las articulaciones en sus manos no son un total impedimento para seguir haciendo lo que tanto le gusta. Ser una mujer independiente desde niña le ha otorgado la entereza suficiente para que la soledad no sea una traba en su día a día. Nelly se desenvuelve entre sus alumnos que toman los cursos, la compañía de su gata, y su afición a la música. Le gusta bailar e intenta mantenerse activa física y mentalmente. Para ella el ocio significa ocupar sus pensamientos en cosas que prefiere no recordar.
“Hace un par de años falleció mi hija de una trombosis, no pudimos hacer nada para salvarla. Esas son penas que una madre siempre lleva consigo, pero no dejo que eso me limite como persona. He aprendido a canalizar la pena manteniéndome ocupada”, detalla.
La elegancia y cercanía con la estética se mantienen incorruptibles. Su entusiasmo por vivir, también. Aun cree que tiene mucho por hacer: se ingenió para pegar panfletos promocionales de sus clases en supermercados y espera expandir sus conocimientos a más personas.
Ha sabido desenvolverse sola, en su propio ritmo; no necesita una pareja. Después de un par de amores fallidos en su juventud, el foco de su vida fueron los hijos y el trabajo. Se mantiene así desde entonces pues no le gustaría compartir la libertad que posee con alguien que para ella significaría tiempo y dedicación que no está dispuesta a dar más que a ella misma y a su pasión por la belleza.  Para Nelly, verse y sentirse bien es primordial, no hay motivos para dejarse de lado.  El amor propio es el motor de su vida y es esa seguridad la que busca trasmitir.

Atesora  sus mejores años en los cuadros que cuelgan de sus murallas: diplomas de reconocimiento por su desempeño, cursos aprobados de cosmetología y algunos recortes de diarios donde apareció gracias a su llamativo oficio. Se siente satisfecha, el esfuerzo trajo recompensas y con ello el respeto que sus pares le tienen. Está tranquila, sabe que ha hecho las cosas bien.